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Sí, es una sensación horrible y difícil de describir.

Un día todo es normal, y de pronto por la tarde tu perro no quiere comer. Su mirada se torna triste y su juguete favorito ya no lo hace correr.

Quizá es el momento más claro en donde desearías que hablara, que te dijera qué le duele o qué siente.

La ansiedad te invade, buscas en el refri todo eso que lo hace feliz, y empieza el desfile de pollo, jamón, carne, pero no, nada lo motiva. Y, entonces sientes que se te rompe el corazón cuando solo atina a voltear la cara para hacerte aún más evidente que no quiere comer.

Ahí es donde “te duele el perro”, una mezcla entre corazón roto y miedo a la incapacidad por curar el dolor de tu perro, pánico de que sea algo grave, y una serie de sensaciones terribles al no poderle explicarles que todo va a estar bien, que tu los vas a cuidar.

Corres al doctor, y empiezan lo estudios y las medicinas. Algunas veces resultan ser cosas tan tontas como un gas atravesado (por decirlo de una manera elegante), pero otras derivan en tumores mortales o enfermedades inesperadas.

Humanos y perros somos frágiles, por eso hay que disfrutar cada instante al lado de nuestros cachorros. Siempre hay oportunidad de dedicarles tiempo y cariño, dejar que disfruten del aire, el sol, el parque o sus paseos. Juega con tu perro, deja que se enlode, que olfatee y goce de la vida.

La edad y el destino son inevitables, así que permitirle a nuestros perros vivir plenos es fundamental. Dejar de extrañarlos cuando ya no están es doloroso, pero sonreír al saber que fueron felices, nos cura el corazón.

Estar al tanto de su salud, vacunarlos y realizar un chequeo anual es tan importante como consentirlos y comprarles juguetes y premios deliciosos, amarlos también es cuidar su salud, hay muchas enfermedades que se pueden prevenir ¡No dejes que te duela el perro!

Porque todos somos finitos, este texto está dedicado a la memoria de Kaysa, Seymour, Bruno, y todos esos perritos que han formado parte de la familia Smart Dogs.